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Una omnipresencia aterradora de la muerte 
Nueva vida tras la muerte 
Magia y ritos funerarios 
Tumbas y templos en los valles sagrados 
La tumba 
El templo 
Aspectos religiosos de las civilizaciones prehelénicas 
Ritos principales 
Ciudades principales 
Deidad femenina principal 
Deidad masculina principal 
Representación de las divinidades 
Mito relacionado con un culto iniciático 
Animal relacionado con el culto 
Cultos de muerte 
Lugar de los cultos 
Rey mítico
Carácter religioso del rey 
Dios de la renovación 
Héroe semihumano 
Dios del agua 
Diosa de la tierra 
Dios solar  

Una omnipresencia aterradora de la muerte

La muerte y la aspiración a trascenderla crearon entre los egipcios un sistema de creencias y prácticas que, si al principio sólo se refirieron al rey, acabaron extendiéndose al resto de los mortales a través de un largo proceso de divulgación.

Si algo nos resulta fácil comprender, cuando penetramos en el envolvente mundo religioso de los egipcios de la Antigüedad, es -junto a su obsesión por el orden universal- su indudable amor a la vida. Por sorprendente que pueda parecernos a cinco mil años de distancia, la sociedad egipcia de los faraones, asentada en un medio natural cuya feracidad garantizaba puntualmente la crecida anual, aparentemente caótica, del río Nilo, era muy próspera. Según los relatos hebreos conservados en los libros bíblicos Éxodo y Números, incluso los esclavos echaban de menos, tras su salida de Egipto, el relativo bienestar de que habían gozado a pesar de su condición, y que habían perdido tras los pasos de un Moisés visionario e iluminado. “¡Quién nos diera carnes para comer! Acordándonos estamos de aquellos pescados que de balde comíamos en Egipto; nos vienen a la memoria los cohombros, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos.” Ciertamente, la próspera sociedad egipcia podía permitirse el lujo de cuidar de sus esclavos y proporcionarles alimentos comunes, como los cohombros, las cebollas y los ajos, cuyas propiedades preventivas y curativas de numerosas enfermedades conocemos bien.

Nueva vida tras la muerte

Sin embargo, la concepción egipcia de la vida tras la muerte era muy primitiva: no se trataba del paso a una vida eternamente bienaventurada en la contemplación de la divinidad, sino de una prolongación o perpetuación de una vida suficientemente placentera en este mundo, pero en otro ámbito que, aun siendo paradisíaco, reproducía los ciclos, las cuitas y los quehaceres de la vida anterior. La muerte no era más que la última prueba que debía superar el justo; si luego, a la hora del juicio, su corazón no daba el peso requerido, el muerto era engullido por un monstruo devorador; en cambio, si la balanza permanecía en equilibrio con la virtud, su nueva vida apenas sufriría cambios, salvo que en lugar de realizar ofrendas, las recibiría y su grado social se conservaría mientras los deudos vivos mantuvieran el culto de las ofrendas. Aunque también, por si los deudos fallaban, el difunto ordenaba que decoraran su tumba con pinturas e inscripciones que, por magia eficaz, mantedrían para siempre vivo el culto del lado visible del mundo para que, en el otro, el difunto pudiera seguir disfrutando de la nueva vida.

Ciertamente, un proceso que el toque mágico hace rocambolesco y que inicialmente estuvo reservado al rey dios en cuanto dios. La progresiva secularización o divulgación (en todo caso, difusión) de la teología real permitió a muchos egipcios asumirla para alcanzar la ansiada inmortalidad, siempre, claro está, que pudieran obtener una licencia real y costearse una tumba con sus correspondientes enseres e inscripciones mágicas y pudieran hacerse con su propio pasaporte para la eternidad: el rollo de papiro que hoy llamamos Libro de los muertos y que -cuando se ha conservado- se ha encontrado sistemáticamente en las excavaciones junto a cada sarcófago.

Magia y ritos funerarios

Del amor a la vida y el conjuro de una muerte entendida como dislocación de los principios constitutivos de la persona emergieron las espectaculares construcciones funerarias con clara voluntad de permanencia indefinida en el lugar en que fueron construidas y que todavía hoy puntean el valle del Nilo. Por supuesto, con una obsesión por la obra bien hecha (ni siquiera hoy pasa el filo de una navaja por la rendija entre piezas de sillería cortadas con una precisión milimétrica), con una elaboración teológico-matemática asombrosa y con una monumentalidad cuyos medios de realización todavía no se conocen a ciencia cierta. ¡Todo ello, exclusivamente, para no perder la vida -así contuviera también algunas ocupaciones y preocupaciones- en un cosmos en constante creación y que a diario debía ser sometido a un proceso de ordenación perfecta!

La magia eficaz fue siempre elemento primordial en el ensamblaje de ritos que respondían al sistema de ideas de la religión egipcia. Y si los ritos regios del alba pretendían regenerar la acción del Uno cada mañana, los ritos y los monumentos funerarios pretendieron mantener vivo el recuerdo del difunto y así permitirle el paso a la nueva vida. La momificación, los elementos mágicos inscritos o depositados en la tumba y la misma tumba no pretendían otra cosa.

La momificación respondía a la creencia mágica de que la preservación del cuerpo era esencial para la supervivencia del difuno. Los procesos eran tan caros como en vida pudiera haberse costeado el interesado. La momificación del rey alcanzó un grado máximo de perfeción a partir de finales del Imperio Nuevo, para muy pronto dar paso a una rápida decadencia que ponía de manifieto el fracaso de los sabios en su pretensión de conservación intacta de los cuerpos. La momificación del faraón en la época de máximo esplendor técnico constituía un proceso de cuidados prolongado durante unos setenta días, y empezaba por la evisceración y desecación de todos los órganos con la ayuda de la sosa (natrón), y la recomposición y vendaje final con lino empapado en resinas y ungüentos aromáticos, como la mirra y la canela. Si recordamos el gran mito de Osiris descuartizado por su hermano Seth y recompuesto miembro a miembro por su hermana-esposa Isis, en la que después engendra al Gran Dios del Sol Horus, tendremos una idea de la coherencia egipcia al unir dioses y muerte para resumirlo todo en una sola palabra: vida, o en dos: vida eterna.

Tumbas y templos en los valles sagrados

En una religión en la que el rey es dios, el complejo de los monumentos funerarios reales se concibe como el puente de unión por excelencia entre el cielo y la tierra, el horizonte en el que el rey se beneficia de las ofrendas y nutre su vitalidad como un Osiris triunfante, asociado para siempre al curso solar.

La tumba

Al igual que en los monumentos religiosos, la arquitectura, el mobiliario y la decoración de la tumba ejercían una magia activa al servicio del difunto. Según las concepciones mágicas del egipcio, la imagen tenía valor de realidad y garantizaba al propietario el beneficio de lo representado, de ahí el esfuerzo para hacerla más duradera, sobre todo con el uso de la piedra; también a este fin, las imágenes habían de suplir la tibieza ocasional de los encargados de mantener el culto funerario. La mastaba (tumba construida en forma de macizo rectangular, con muros en talud que encerraban la capilla de culto y, en el subsuelo, el panteón funerario) había de ser el marco en el que el difunto satisfaría sus necesidades. Permaneciendo momificado en su panteón y rodeado por un mobiliario funerario lo más abundante posible, el difunto se beneficiaría de las ofrendas en la capilla de culto a través de la “estela-falsa puerta” frente a la cual estaba colocada la mesa de las ofrendas.

El templo

A lo largo de un eje netamente trazado se encadenan espacios y volúmenes cada vez menores (patios, salas hipóstilas, sala de la barca sagrada, santuario), como desde un antetemplo a un templo íntimo. El misterio del reencuentro queda reforzado por una sutil combinación de la luz y las sombras, hasta la oscuridad total del santuario. Desde la perspectiva de la magia activa, la decoración del templo participa en la regeneración necesaria del poder divino a cargo del rey; lo que a nosotros nos parece espectacular decoración, para los egipcios era una verdadera animación del edificio a través de los textos grabados y las imágenes. La decoración tenía un valor activo: no se trataba de narrar hechos asombrosos, sino de obtener la eficiencia necesaria y una garantía de perennidad de los mitos y de los ritos evocados. Era una prolongación de la acción real, que activaba la energía divina a través del cumplimiento de los ritos. A pesar de los grandes panegíricos reales que cubriendo los muros exteriores narraban victorias sobre enemigos o éxitos cinegéticos, en realidad todo ello era una conceptualización ritual de la ordenación del mundo por parte del dios creador frente al caos inicial. La decoración interior, por su parte, ofrecía una imagen del universo en su estado de perfección: sol puro, vegetación prolija, plafones estrellados en representación del cielo. En los muros, cuadros estrictamente organizados ilustraban los ritos esenciales para la marcha del cosmos, los múltiples gestos del intercambio fundamental del don y el contradón entre el rey y los dioses.

Aspectos religiosos de las civilizaciones prehelénicas

Ritos principales

Egipto faraónico: Reencarnación divina, búsqueda de la inmortalidad

Sumer/Babilonia: Adivinación, cánticos, conjuros, sacrificios

Creta/Micenas: Epifanías, danzas, sacrificios

Ciudades principales

Egipto faraónico: Tebas, Heliópolis, Menfis

Sumer/Babilonia: Nínive y Balilonia

Creta/Micenas: Cnosos/Micenas

Deidad femenina principal 

Egipto faraónico: Isis (Diosa Madre)

Sumer/Babilonia: Inanna/Ishtar

Creta/Micenas: Gran Diosa (Potnia Theros)

Deidad masculina principal

Egipto faraónico: Amón-Ra, luego Osiris

Sumer/Babilonia: Enlil/Marduk

Creta/Micenas: Dioniso, Zeus

Representación de las divinidades

Egipto faraónico: Zoomorfa

Sumer/Babilonia: Antropomorfa

Creta/Micenas: Antropomorfa

Mito relacionado con un culto iniciático

Egipto faraónico: Pruebas que pasa el faraón antes de vencer a la muerte

Sumer/Babilonia: Epopeya de Gilgamesh

Creta/Micenas: Mito del laberinto

Animal relacionado con el culto

Egipto faraónico: Halcón, chacal, cocodrilo, carnero

Sumer/Babilonia: Toro

Creta/Micenas: Toro

Cultos de muerte

Egipto faraónico: Momificación, tumbas preparadas para la vida en el más allá

Sumer/Babilonia: Son menos significativos que en otras culturas

Creta/Micenas: Iniciación ritual del difunto al más allá

Lugar de los cultos

Egipto faraónico: Santuarios

Sumer/Babilonia: Zigurats/templos

Creta/Micenas: Grutas sagradas/colinas

Rey mítico

Egipto faraónico: Horus

Sumer/Babilonia: Gilgamesh

Creta/Micenas: Minos

Carácter religioso del rey

Egipto faraónico: El faraón es el dios Horus encarnado

Sumer/Babilonia: Representante de la divinidad en los ritos hierogámicos

Creta/Micenas: Rey-sumo sacerdote

Dios de la renovación

Egipto faraónico: Osiris

Sumer/Babilonia: Dumuzi/Tammuz

Creta/Micenas: Ilitia (diosa del parto)

Héroe semihumano

Egipto faraónico: El faraón (adquiere su naturaleza divina al morir)

Creta/Micenas: Heracles

Dios del agua

Egipto faraónico: Nun y Nunet

Sumer/Babilonia: Ea (dios) y Tiamat (diosa)

Creta/Micenas: Poseidón

Diosa de la tierra

Egipto faraónico: Hathor

Sumer/Babilonia: Ki

Creta/Micenas: Diosa Madre

Dios solar

Egipto faraónico: Ra/Horus

Sumer/Babilonia: Shamash

Creta/Micenas: Helios

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